miércoles, 24 de enero de 2007

La tarea

Yo tengo bastantes historias, entonces las voy a contar. Bastantes como todos, pero no todos las quieren contar. Yo si. Y las voy a contar escribiendo, porque escribir es una de las cosas que me deleita, como las películas, la salsa, mirar la luna pequeñita y las noches acompañadas de ron.

Y las voy a escribir porque me va mejor escribiendo que hablando. Me va mejor digo, no se si lo hago bien o lo hago mal, pero por lo menos me divierto haciéndolo. Hablando me complico, me enredo, no es la elocuencia uno de mis dones. Hablo, hablo, hablo y no paro; sólo paro cuando por fin me percato de la mirada perdida, y en algunos casos hasta enjuiciadora, de mi interlocutor. En ese momento ya no hablo y, eventualmente, me sale alguna frase torpe y mentirosa, algo así como: "Ya no hablo más". Por fortuna existen esas miradas, esas que me avisan que es hora de parar.

Mucha, mucha dificultad en esa tarea de hallar la claridad al hablar. Pues también al escribir, tal parece, pero no importa. No tiene ni la más mínima importancia, porque es que me entretengo escribiendo. Luego si alguien me lee y se pierde, pocas veces tengo la opción de ver su mirada perdida en mis confusos comentarios escritos. La elocuencia, un don soberbio. La escritura, un talento, y más allá, un posibilidad de delite. Así es... Así es para mi.

No me juzga el papel, tampoco el lapicero, ni el lápiz, ni el teclado. No me miran inquicidoramente, no se pierden al contacto con las ideas enredadas.


¿Lee Usted?. Eso. Ya me perdí.

Decía, entonces, que aquí voy a contar historias, a contar historias escribiendo porque me salen mejor que habladas. La tarea, con la claridad al hablar, la reprobé hace buen rato. La tarea, a continuación, es escribir historias.
Por eso y porque tantas historias tengo, aquí está el "Blog" de Notas.

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